En Vitrina
Mi relación primaria con la arcilla es modelarla, esculpirla, darle forma y que hable. Que me conecte y me exprese. Mi taller de cerámica es una espacio de reflexión y armonía. Hay muchos materiales diversos. Hierros, maderas, piedras o ladrillos, todos envejecidos, usados, donde el tiempo ha dejado su marca. Con ellos armo mis esculturas e instalaciones.
Mis bowls los produzco cuando no estoy modelando escultura. Elllos tienen su propio ritmo. No uso torno. No tienen una forma definida ni simétrica. No intentan repetirse ni clonarse. Cada uno intenta acompañar y sorprender. Además se mueven o bailan un poco. Ellas son mi manera de conectarme con lo “ordinario”.
El trabajo con la arcilla es lento, paciente, reflexivo y espontáneo. Se opone a la tendencia de “el culto al instante, la prioridad de lo inmediato, la hiperactividad para no perderse esas tendencias que nos prometen la dicha instantanea”.
Uso buenas arcillas, algunas de aquí, otras que traigo de afuera. Trabajo con muchísimo cuidado para que sean fuertes y duraderas, pero quiero que sean amables y sabrosas de usar. Quiero que la mano que la agarra, que la llena de salsas o galletas, que la sirve y la mano que luego la lava y la seca, se sientan muy cómodas y con una sensación muy natural, orgánica.
Creo que debemos y tenemos el derecho de rodearnos de objetos bellos en nuestra cotidianeidad. De ocupar nuestro entorno con objetos útiles y armoniosos. Que nuestra vista y todos nuestros sentidos se recreen y se inspiren mientras vivimos cada día. Que el espacio donde hacemos nuestras rutinas, y nos sentimos seguros y en paz, sea un espacio de belleza y armonía.
Creo que el espacio de “lo ordinario” es precisamente algo que deberíamos cultivar, disfrutar y apreciar para que sea “extraordinario”.
Agosto, 2015
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