Yorman Aguilar
Fotogalería
Un arma blanca puede definirse como cualquier objeto que posea hojas
afiladas cortantes o punzantes, de metal u otro material con características físicas semejantes. Dentro de la familia y su dinámica existen armas blancas: una para despojarte de tus deseos sexuales, otra para condicionar sobre tu apariencia física, otra para limitar y condicionar las expresiones y experiencias que tu identidad implica; como estas, un sinfín de ellas. Armas blancas que hieren, amenazan, dañan y mutilan silenciosamente dentro del círculo familiar, desapercibido para cualquier otro que sea ajeno a él.
Esta serie de imágenes busca evocar la construcción y deconstrucción de la identidad (género y sexualidad) dentro de la familia, siendo esta una de las primeras instituciones de la sociedad por las que el individuo transita. El cuerpo es pieza fundamental en esta propuesta, ya que en él se construyen y delimitan procesos sociales de interdependencia y relación. Simultáneamente el cuerpo está a merced de normas que regulan el deseo, la alianza sexual, relaciones de parentesco y condiciones de humanidad (Butler y Athanasiou 74). Se explora el lenguaje del dolor en el cuerpo. Dolor ejercido desde la violencia y amenaza como posible y única enmienda que regula cualquier impulso fuera de la norma social y, al mismo tiempo, acordado en estos grupos consanguíneos.
Es importante detenernos en lo “masculino” o “femenino” como valoraciones que responden a la cultura y a la geopolítica, dejando de ser designaciones fijas como lo refiere Butler en “El transgénero y el espíritu de la revuelta” (48). Simultáneamente es dentro de nuestra contemporaneidad donde persiste una legitimación mediatizada desde el consumo formando a los imaginarios en relación a la concepción del género, inscribiendo así lo que Preciado afirma en
Cartografías queer sobre la subjetivación sexual, En el que individuo debe navegar por ciertas arquitecturas políticas (espacio doméstico, escuela, hospital, caserna, fábrica, etc) que aseguran la corrección de ese posible cuerpo desviado e individuo que debe ser corregido...Sin una especialización política del cuerpo (verticalización, privatización del ano, control de la mano masturbatoria, sexualización de los genitales, etc), sin una gestión del espacio y de la visibilidad del cuerpo en el espacio público no hay subjetivación sexual (347)
Trabajar con el archivo familiar es equivalente a jugar con realidades falsas, poco creíbles, o casi verdaderas. Se desmantelan realidades superficiales, realidades que se suscriben a una “vida felizmente satisfecha”. Me interesa significar pliegues, roces, hendiduras en las relaciones de los miembros familiares, esas que en el archivo son imposibles vislumbrar. Constante metáfora de heridas sin sanar, o que sanan parcialmente, como una cicatriz, como la filtración de humedad que existe en los bloques de la infraestructura del hogar. Con el tiempo, esta humedad se convierte en moho, indeseado (y visible en esta narrativa) ante la mirada de los visitantes.
Dentro de estas reflexiones es necesario analizar las estructuras y patrones en los que, por lo general, se desenvuelve la familia venezolana (incluso podríamos decir la familia latinoamericana si trazamos ciertos procesos culturales similares). En su dinámica el mayor peso se concentra en la figura materna y la unión matrimonial,
definido por Alejandro Moreno en su ensayo “Familia Popular Venezolana” (2007) como matricentrismo.
En este sentido, se abre una propuesta: ¿de qué manera se podría desarrollar el ser sin márgenes excesivos que limiten la identidad sexual? Límites que desvirtúan otros estadios importantes del desarrollo psicológico del individuo en su formación temprana.
La dinámica familiar puede equipararse al funcionamiento de la sociedad de un país, siendo el Estado la figura paterna o materna, el cual impone medios de identificación absolutista: si se está a favor o en contra de su gestión, si se es hembra o varón, rojo o azul, arriba o abajo; no acepta una negación de sus puntos radicales, no hay intermedios ni tonalidades grises, marginalizando e ignorando otras necesidades importantes del desarrollo de un país/individuo. ¿Estamos operando correctamente en la conformación de nuestras familias como base de una futura sociedad próspera?.
En el que individuo debe navegar por ciertas arquitecturas políticas
(espacio doméstico, escuela, hospital, caserna, fábrica, etc) que aseguran la corrección de ese posible cuerpo desviado e individuo que debe ser corregido...Sin una especialización política del cuerpo (verticalización, privatización del ano, control de la mano masturbatoria, sexualización de los genitales, etc), sin una gestión del espacio y de la visibilidad del cuerpo en el espacio público no hay subjetivación sexual (347)
Trabajar con el archivo familiar es equivalente a jugar con realidades falsas, poco creíbles, o casi verdaderas. Se desmantelan realidades superficiales, realidades que se suscriben a una “vida felizmente satisfecha”. Me interesa significar pliegues, roces, hendiduras en las relaciones de los miembros familiares, esas que en el archivo son imposibles vislumbrar. Constante metáfora de heridas sin sanar, o que sanan parcialmente, como una cicatriz, como la filtración de humedad que existe en los bloques de la infraestructura del hogar. Con el tiempo, esta humedad se convierte en moho, indeseado (y visible en esta narrativa) ante la
mirada de los visitantes.
Dentro de estas reflexiones es necesario analizar las estructuras y patrones en los que, por lo general, se desenvuelve la familia venezolana (incluso podríamos decir la familia latinoamericana si trazamos ciertos procesos culturales similares). En su dinámica el mayor peso se concentra en la figura materna y la unión matrimonial,
definido por Alejandro Moreno en su ensayo “Familia Popular Venezolana” (2007) como matricentrismo.
En este sentido, se abre una propuesta: ¿de qué manera se podría
desarrollar el ser sin márgenes excesivos que limiten la identidad sexual? Límites que desvirtúan otros estadios importantes del desarrollo psicológico del individuo en su formación temprana.
La dinámica familiar puede equipararse al funcionamiento de la sociedad de un país, siendo el Estado la figura paterna o materna, el cual impone medios de identificación absolutista: si se está a favor o en contra de su gestión, si se es hembra o varón, rojo o azul, arriba o abajo; no acepta una negación de sus puntos
radicales, no hay intermedios ni tonalidades grises, marginalizando e ignorando otras necesidades importantes del desarrollo de un país/individuo. ¿Estamos operando correctamente en la conformación de nuestras familias como base de una futura sociedad próspera?.
Escenario
Ya llegaron, están ahí, me están esperando
¿Qué esperarán de mí?
Ya los veo, los veo detrás y a un lado de esta pesada cortina de terciopelo
Color vino tinto llena de polvo y agotada por los años
Las luces tenues como un amanecer
o un atardecer, quién sabe.
esperan que me les presente
Que me les ponga al frente y que actúe
Parado en estos grandes tablones de madera barnizados desde hace años
pero que conservan su brillo
Mi familia me preparó, me dijo cómo tenía que pararme
Cómo tenía que saludar
Como lo hizo mi hermano
Como lo hizo mi otro hermano
Y mi otro hermano
Y hasta mi hermana
Ensayé muchas veces
Mis manos están frías de los nervios
Tengo que actuar como un buen macho
Un macho fuerte, sin miedo, ágil
con mucho apetito sexual por devorar todas las hembras vecinas
Agitando mi pene erecto de un lado a otro
Golpeando mi pecho a mano cerrada
Mostrando mis colmillos
Apagaron las luces,
Voy a salir.
Yorman Aguilar (Caracas, 1997)
Artista visual independiente que ha utilizado la fotografía y otros medios como documento de reflexión de lo contemporáneo. Es estudiante de Comunicación Social mención audiovisual en la Universidad Católica de Santa Rosa. Acualmente vive y trabaja en Los Teques.
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