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El pensar de la Máquina Magritte

Milagros Díaz


Reseña

 

Sumergirse dentro de una fachada de 2000 m² un 24 de febrero para ver una exposición en el CaixaForum de Barcelona, con el fin de ver 69 obras del pintor René Magritte y bajo la primicia de ofrecer una interpretación subjetiva, solo es algo digno del estilo surrealista de uno de los pintores más influyentes del siglo XX.

Una de las salas del CaixaForum

La sala de escucha, 1958

© Llibert Teixidó


El autor belga detonaba, a través de imágenes ambiguas y un significado con palabras, la relación entre el objeto pintado y la realidad, creando obras llenas reflexión que invitaban a la comprensión del arte como El hijo del hombre (1964), Los amantes (1928), Golconda (1953), El tiempo perforado (1938) y La traición de las imágenes (1929).

Ingenioso, provocativo… con su surrealismo conceptual buscaba que como espectador se experimentará la perplejidad y la sorpresa ante el planteamiento de un problema, el cual no siempre era entendido a simple vista. Sin embargo, con unos minutos de detenimiento es posible ver que manzanas verdes, rostros cubiertos, sombreros de bombín y hasta su propia persona siendo retratada de mil formas con un pincel que danza entre la mezcla de colores oscuros y cálidos podían ser algo más que una simple idea.


La traición de las imágenes, 1929



Magritte evocaba el misterio y la locura para desafiar la percepción del espectador. Sus obras no plasmaban sueños sino símbolos recurrentes en busca del análisis personal y la representación del sentir o vivir de la sociedad.


“El gran tema de fondo es la pintura misma: su obra es metapictórica, en el sentido de que es una pintura que reflexiona sobre la pintura. Dicha reflexión se hace planteando paradojas y enigmas intelectuales. Cada imagen es un problema arrojado a la cabeza del espectador….” cuenta el comisario de la exposición, Guillermo Solana.


En Los amantes, el artista del “realismo mágico” crea un enigma al no explicar el motivo de la obra e invita al espectador a preguntarse el porqué del aislamiento humano y la incapacidad de entender completamente a otros. Por esto, el acertijo quizás fue plasmado por medio de la eliminación de rostros y la presencia de figuras y fondos.


Los amantes, 1928



El uso de tonos como el azul, rojo, blanco y negro no son más que la simbolización de la vida en contraste con la muerte, la pasión y el amor en relación a la pureza que ha sido contaminada. Claramente la pintura puede ser un espejo de la vida misma, un recordatorio del inevitable destino que nos espera y las vivencias que llegamos a experimentar antes de llegar allí.


El hijo del hombre, 1964


Si se hace referencia a El hijo del hombre —su obra más famosa— podremos darnos cuenta que en el óleo su propia figura tiene el rostro cubierto por una manzana verde flotante, no obstante, al mirar un poco más cerca veremos sus ojos asomándose por el borde de la fruta y sus hojas como si estuviera expresando algo: Internamente esconde una parte de sí mismo. Curiosamente en palabras de Magritte: “…Todo lo que vemos esconde otra cosa, siempre queremos ver lo que está oculto detrás de lo que vemos. Hay un interés en lo que está oculto y lo que lo visible no nos muestra. Este interés puede tomar la forma de un sentimiento bastante intenso, una especie de conflicto, se podría decir, entre lo visible que está oculto y lo visible que está presente”.


Pero, ¿qué representa el arte de este hombre? Aún después de un siglo, su legado se mantiene tan vivo como lo estuvo al ser pintadas sus experiencias y emociones encontradas. Al día de hoy sus obras son capaces de demostrar que la sociedad no ha cambiado mucho, incluso a pesar de haber avanzado tecnológicamente.


René François Ghislain Magritte (21 de noviembre de 1898, en Lessines, Bélgica – 15 de agosto de 1967, en Bruselas, Bélgica)



El mundo está lleno de luz y oscuridad, polarizado de pensamientos contradictorios y sentimientos confusos. Seguimos descubriendo nuestras paradojas internas, como seres individuales tampoco somos capaces de enfrentar completamente nuestro sentir ni exteriorizarlo a otros.


Muy profundamente el “arte del pensar” que tanto orgullo le daba René Magritte cala en el corazón de la sociedad del siglo XIX.


 

Milagros Diaz (2001) es estudiante de Comunicación Social en la Universidad Santa Rosa. Actualmente reside en Caracas, Venezuela.


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