Sofía Mogollón
Reseña
Supercomercial. De fondo se vislumbra la exposición Jesus Caviglia: Pensar el decir. Centro Cultural UCAB © El Ucabista
A grandes rasgos, la cultura pop ha influido de manera exponencial en varias generaciones desde el momento de su aparición, y aunque ha habido elementos distintivos que definieron las décadas en las que esta se ha presentado –bandas musicales, series de televisión, películas, historietas, y un sinfín de manifestaciones audiovisuales– existe un elemento afín que ha perdurado en el tiempo: una imperiosa necesidad de consumo. Es así como en medio de un torbellino de información y experiencias multimedia, a mediados del 2011, surge Chocotoy, una marca registrada que nació como un proyecto académico y que pasó del aula universitaria a las portadas de los discos de reconocidos artistas internacionales.
Sus fundadores, Luis Albornoz y Karen Guevara, apostaron por una línea pop art a través de la estética kawaii, de ahí deriva la peculiaridad de su nombre, un guiño a la infancia y la diversión, algo propio de este arte.
Luis Albornoz y Karen Guevara, creadores y artistas de Chocotoy © El Ucabista
Para Supercomercial, la exposición estuvo conformada por una selección antológica bajo la curaduría de Humberto Valdivieso y Eric Mejicano, que condensaba los 10 años de trabajo de los artistas: en ella podían apreciarse desde inflables a gran escala en las puertas del Centro Cultural P. Carlos Guillermo Plazas, coloridas cajas de cereal de varios pies de altura, móviles, esculturas geométricas y una sala audiovisual donde imperaba el Oasis de J Balvin y Bad Bunny, una de las colaboraciones más recientes de la marca con los artistas.
Sala audiovisual enmarcada con el diseño de Oasis, álbum de J Balvin y Bad Bunny © El Nacional
Esta, además, permitía al espectador interactuar con el espacio y sus piezas, algo que consiguió resumir la experiencia de una generación que está cada vez más en contacto con sus referentes: espacios hipertextuales en los que se conectan dos realidades –tanto la física como la virtual– a través de algoritmos, filtros, aplicaciones, imágenes multicolor y la misma sed de consumo que nos invita no solo a saciarlo, sino también a generar una narrativa propia donde el espectador –nosotros– tiene la posibilidad de intervenir.
Gigantografía en la Biblioteca del Centro Cultural © El Ucabista
Inflable en la entrada del Centro Cultural © El Nacional
Los caminos que iniciaron para el arte y la cultura de masas en un maduro siglo XX es lo que nos conduce hasta hoy: un presente que no se resiste al impacto comercial, ni siquiera en el arte.
Es por ello que la concepción de dos exposiciones tan dispares bajo un mismo techo se vuelve destacable: por un lado, en la Sala Experimental Fernando Arellano, s.j, se encontraba Jesús Caviglia: Pensar el decir, una muestra que reunía la lectura del libro a través de la imagen, de nuevo, elementos que parecen contrarios, pero que resultan funcionar una vez que han sido sometidos a la hibridación. Del lado opuesto estaba Supercomercial, una exposición que, como hemos señalado, apostaba por la masificación de la cultura y la celebración ante ese hecho. Así, la convergencia de ambas muestras prueba, o al menos refleja, otro síntoma de esta generación: la apreciación por lo comercial no restringe o condiciona, necesariamente, el gusto por las bellas artes.
Al final, Chocotoy nos concede un espacio donde en medio de la música y el furor de sus criaturas japonesas –referentes inmediatos de nuestra niñez– es posible reflexionar sobre el hecho creativo y la mirada curiosa, desafiante, del espectador/consumidor que logra identificarse, en diversos ámbitos, con lo supercomercial.
Área de ilustraciones © El Ucabista
Detalle de ilustración © El Ucabista
Sofía Mogollón (Caracas, 1997)
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