JOSÉ LUIS CASTRO
La muerte blanca
2020
Videoarte
5’17”
PROYECTO SELECCIONADO POR
Ileana Ramírez Romero
“Cada minuto en una celda
es un infierno
Cada noche es un dolor
La vida se agota, se va
y ellos están ahí
Tras las rejas”
Un preso político
La muerte blanca narra a través de múltiples imágenes alteradas, intervenidas, desesperantes, las experiencias, los testimonios y vivencias de los prisioneros políticos venezolanos sometidos bajo el más cruel castigo: la tortura blanca.
La tortura blanca es un sistema de opresión sistemático encargada de quebrantar la voluntad de un ser humano. Su único sentido es anular la conciencia para reprimir a las personas, logrando des-ideologizar, someter y atacar las resistencias psicológicas. Para lograrlo, la tortura blanca no deja golpes en el cuerpo, sino en la mente y en el alma, sometiendo a los prisioneros a largas horas de luz encendida de pie, insomnio forzoso con constates ruidos emitidos por potentes altavoces, sin protección contra las noches heladas, espacios cerrados, sin ventanas, donde es imposible percibir la luz natural, mucho menos el cielo.
“Me encontraba sólo con una fuerte luz blanca encendida las 24 horas, completamente vestido de blanco, mi ropa hacía un efecto espejo con la luz y era cada vez más intensa, sientes que no puedes respirar, los ojos duelen, ya son muchas horas, cerré lo ojos y recordé… recordé mis caminatas hacía el Ávila, casi puedo oler la tierra húmeda antes de la lluvia, el verdor de los inmensos árboles, la risa de los niños, el canto de las guacharacas, evocar era la llave que abría las rejas y por esos pocos instantes era totalmente libre”(otro preso político).
La muerte blanca no es solo un proyecto audiovisual, es una declaración, un recordatorio, es una denuncia, es una voz crítica de las violaciones de los derechos humanos, es una metáfora de la violencia.
Un bombillo que se enciende y se apaga, unas rejas que se cierran al final de un pasillo, la repetición y el juego angustioso de la luz, las aspas de un ventilador que giran reproduciendo un sonido agobiante, un ojo que transmite su desesperación y, por momentos, un silencio que inquieta y se extiende como una lona que aísla haciendo invisible todo su alrededor. Así comienza La muerte blanca de José Luis Castro (Carora, 1983), un video configurado como una secuencia de imágenes aparentemente aleatorias y que se presentan acompañadas de sonidos repetitivos, ruidos con ritmos acompasados, luces que encandilan y enceguecen.
La muerte blanca es una obra que se vale del video para reproducir una y otra vez imágenes del agobio, secuencias extenuantes que rebotan obstinadamente en la mirada del espectador. Son fragmentos sin orden ni término aparente que se reproducen de forma cíclica, la vuelta repetida al punto de partida, el tiempo sin tiempo que se percibe en el cautiverio. De esta forma, la pieza de Castro intenta evocar la angustia y la incertidumbre padecidas durante el encierro, dilatando o deformando el tiempo vivido en duplicaciones de una misma secuencia.
Sin embargo, La muerte blanca no se refiere al encierro de una manera general, sino que aborda un tipo específico de tortura en el que el aislamiento se prolonga de manera extrema, llevando al límite las capacidades sensoriales y psicológicas del que la sufre. Según el informe anual del Instituto CASLA, la tortura blanca incluye también la privación de luz solar y ventilación natural, la privación del sueño, el sometimiento a temperaturas extremas y otras prácticas, con el fin de menoscabar la respuesta rápida de rechazo contra los malos tratos a los que son sometidos.
Un ejemplo emblemático es el activista de DD.HH. y expreso político Lorent Saleh, quien en 2018 dio a conocer a través de escritos y entrevistas los detalles de su experiencia durante el tiempo que permaneció privado de libertad. Incluso, a principios de 2020, Saleh denunció este tipo de acciones en Bruselas, a través de una performance que llamó White torture underground poetry.
En este contexto, La muerte blanca nos convoca a mirar con atención los detalles y los ángulos que en otras circunstancias podrían parecer triviales, pero que se hacen inevitables e, incluso, intolerables para aquel que está confinado en una celda de mínimas dimensiones. El tiempo que pasa, que avanza, se percibe justamente a través del cambio, de aquello que se transforma; cuando estos cambios en el afuera se suprimen y se permanece en un mismo estado que se repite de manera incesante, la noción del tiempo se desgasta y se altera.
El hastío y el terror de vivir un tiempo sin tiempo, así como el caos sensorial y emocional, son algunas de las situaciones que esta pieza intenta reproducir como un llamado de atención, como una denuncia frente a las violaciones de DD.HH. de los que siguen sufriendo en estas circunstancias. La muerte blanca aguarda en el video y en sus imágenes un tiempo que espera ser contado y, sobre todo, escuchado.
Ileana Ramírez Romero