LEONARDO ALMAO
Seed of China
2020
Fotografías intervenidas, cortadas y pegadas sobre papel
Dimensiones variables
PROYECTO SELECCIONADO POR
Manuel Vásquez-Ortega
La obra se compone de 50 collages producto de la restauración de 50 fotografías anónimas de ciudadanos chinos encontradas en distintos lugares de la ciudad de Valencia (Venezuela), y pertenecen a un archivo compuesto por más de 180 ítems entre fotografías, negativos, documentos y otros objetos. La decisión de mostrar en esta oportunidad únicamente el material fotográfico restaurado viene de la relación entre los objetos, la anulación o el intento de anulación de la identidad por medio del rasgado o el corte, el aspecto geográfico, político, humano; y todas las narrativas que se pueden crear o interpretar del los diálogos entre imágenes. Esta obra pertenece a un proceso de recolección, restauración y archivo de fotografías encontradas en la calle durante dos años por medio del cual hablo de la memoria, la identidad, la ausencia, el desarraigo, el insilio y la necesidad de re-significar el objeto fotográfico anónimo no solo como contenedor de recuerdos, sino como generador de nuevas narrativas.
En el poemario Espacios en disolución (1976), Hanni Ossott afirma:
El trayecto de un lugar a otro no significa una extensión
sino el proyecto de un ininterrumpido deshacerse.
Es ese “ininterrumpido deshacerse” lo que me interesa abordar con esta especie de ejercicio de arqueología urbana en el que las imágenes nos interpelan desde un pasado cercano y a la vez remoto, en el que todos podemos vernos e identificarnos y cómo ese reconocerse puede generar nuevas inquietudes e interrogantes.
El título de la obra proviene de uno de los objetos encontrados junto a las fotografías: un empaque sin abrir de semillas chinas.
Al estar ante una imagen, nos encontramos siempre frente a una manifestación del tiempo, ese problema esencial del que no podemos prescindir. Por su parte, incesante y en tránsito perenne, la temporalidad de la fotografía está siempre sujeta a una relación con el observador, cuya mirada interpela a esa cualidad fluctuante entre el pasado y el porvenir, en la que “el presente no cesa jamás de reconfigurarse”. Sin embargo, de cara a una fotografía abandonada y de data desconocida, el tiempo adquiere nuevas complejidades y a la vez nuevos cuestionamientos: ¿qué espacio temporal ocupa la imagen, quiénes son los retratados o por qué sus recuerdos han llegado hasta nosotros?
Desprovista de toda operatividad funcional, la fotografía encontrada por azar pertenece a un nuevo dominio del anonimato, que bajo la categoría de ‘vernácula’ es entendida como material de provecho para artistas y archivistas interesados en la información suprimida, mientras retoma y adquiere la presencia física y el valor perdido, ahora liberado de los límites de toda esencia testimonial. Desde esta postura, Leonardo Almao se vale del archivo como “punto de unión entre memoria y escritura, y como un territorio fértil para todo escrutinio histórico”. Espacio de cavilación en el que el artista –en medio de su andar como práctica de exploración– halla una serie de capturas, documentos y otros objetos abandonados en las calles de su ciudad, que reunidos conforman un cuerpo articulado y relacionado “dentro de una unidad de configuración predeterminada”.
Es así como en la obra Seed of China Almao presenta un grupo de imágenes domésticas de ciudadanos asiáticos habitantes de suelo venezolano. Fotografías que, restauradas tras su azaroso encuentro, mantienen el desgarro de la fragmentación como marca intencional y poética de su razón existencial, en la que el desarraigo, la derrota o la pérdida se trazan como los posibles motivos que impulsaron a los inmigrantes fotografiados a dejar atrás los vestigios de su memoria familiar. Vistas como historias particulares, los retratos presentados por el artista pueden entenderse como simples recuerdos afectivos arrojados a la deriva del residuo; incertidumbre cercada y demarcada por un contexto social que permite determinar, recuperar o reconstruir aquellos sucesos colectivos en los que la memoria individual se inscribe. En este caso, un tiempo otrora de oportunidades financieras, en el que miles de familias chinas fueron atraídas al país, hasta enraizar en él su existencia a lo largo de los años de bonanza petrolera. Pasado finito que, tras el declive económico y el conflicto político de la actualidad venezolana, hace partir nuevamente a muchos de estos sujetos a otros destinos o a su territorio de origen, mientras renuncian a sus posesiones materiales no esenciales.
Resultado de este proceso de desprendimiento y exilio, las fotografías son destruidas y convertidas en desperdicio, en espera de evitar un posible reconocimiento de los personajes. Sujetos que, tras el intercambio social de experiencias y emociones, ahora existen en el recuerdo de muchos otros. De esta forma, el trabajo de la memoria “permite explorar los vínculos entre acontecimientos históricos públicos, estructuras de emociones e identidades nacionales”, que desdibujan los límites entre lo íntimo y lo colectivo, pero que, como las texturas cicatrizadas de las imágenes rescatadas por Leonardo Almao, nos hablan del dolor desde la desgarradura, de lo humano desde lo vivido y del porvenir desde la ausencia, a través de la narrativa de un futuro aún por germinar, capaz de generar significados sin eludir contradicciones.
Manuel Vásquez-Ortega